Fecha de publicación:
16 de octubre de 2020

Las enfermedades dermatológicas rara vez son letales, pero su naturaleza crónica y recurrente, junto con su visibilidad y presencia evidente incluso para el ojo inexperto, comportan consecuencias psicosociales para el paciente. Asimismo, las afecciones dermatológicas suelen presentar síntomas difíciles de controlar, lo que influye negativamente no solo en los pacientes y su calidad de vida, también en la unidad familiar1.


Entre otros, los pacientes con dermatitis atópica (DA) grave en la infancia tienen un retraso en la socialización. En pacientes adultos, la DA conduce a cambios de trabajo y a un mayor número de días de trabajo perdidos por enfermedad1. Añadida a esta carga de la enfermedad hay que considerar la relación entre las enfermedades alérgicas y la progresión de DA a asma alérgica y a rinitis alérgica, que se conoce como la marcha atópica. Así, los pacientes con DA moderada y grave tienen un mayor riesgo de desarrollar asma alérgica, en comparación con aquellos con DA leve, y el riesgo de aparición de rinitis alérgica es mayor en pacientes con asma alérgica2. La marcha atópica es impulsada por factores genéticos y ambientales que dan como resultado respuestas inmunes de tipo 2 y, a veces, niveles elevados de IgE2

En la infografía siguiente se destacan algunos datos relevantes sobre el impacto de la DA a lo largo de la vida del paciente

Referencias:

  1. Ibler K, Jemec GBE. Cumulative life damage in dermatology. Dermatol Reports. 2011;3(1): e5. 
  2. Aw M, et al. Atopic March: Collegium Internationale Allergologicum Update 2020. Int Arch Allergy Immunol 2020;181:1-10.

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