Hace tan solo unos años, todavía sólo se podían sintetizar los anticuerpos monoclonales con un alto porcentaje de componentes murinos. Estos componentes extraños produjeron, de modo relativamente frecuente, reacciones de intolerancia en el cuerpo humano, como fiebre, temblores y dolor muscular o articular. Para simplificar, se formaron anticuerpos contra los anticuerpos, lo cual limitó considerablemente su uso. La introducción de una región constante humana ya hizo posible minimizar el riesgo de respuesta inmunitaria o de hipersensibilidad, así como el riesgo de reacción alérgica. A medida que se desarrollaron más opciones de síntesis, pudo aumentarse gradualmente la parte humana de los anticuerpos, y por tanto su tolerabilidad. En función del nivel de contenido de secuencias de aminoácidos humanos en los anticuerpos, estos se conocen como híbridos (aproximadamente un 66 % humanos) o humanizados (aproximadamente un 90 % humanos).

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