La historia de los anticuerpos monoclonales comenzó a finales del siglo XIX, cuando Emil von Behring y Kitasato Shibasaburō descubrieron anticuerpos para el tétanos y la difteria en el laboratorio de Paul Ehrlich y fueron los primeros en usarlos como tratamiento. Estos anticuerpos, formados por el sistema inmunitario, se dirigen a varias estructuras diana (epítopos) de los patógenos (antígenos). A diferencia de los anticuerpos monoclonales, no se originan a partir de una única estirpe celular, sino de varias, y se conocen con anticuerpos policlonales. Por su parte, los anticuerpos que se originan a partir de una única estirpe celular que reconocen un único epítopo se conocen como anticuerpos monoclonales. Los primeros anticuerpos, monoclonales o policlonales, no eran de origen humano (anticuerpos heterólogos), por lo que producían sensibilización en los receptores, lo cual inducía una respuesta inmunitaria cuando se les volvía a administrar...

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