Fecha de publicación:
22 de julio de 2020
 

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La pandemia de coronavirus sigue azotando una parte importante de países del mundo. Sin embargo, Europa parece haber pasado al menos la primera ola, por lo que ahora es momento de reflexionar y de recabar información. Sobre todo, para estar más preparados en el caso de una segunda ola.

Es por ello que la Sociedad Europea de Nefrología1 está realizando una base europea de datos de pacientes en diálisis y trasplantados pacientes con COVID-19, para medir resultados y definir factores de riesgo.

Una de las cuestiones que preocupa a nivel europeo es que, en caso de que se vuelvan a saturar los sistemas sanitarios, los pacientes con peor pronóstico de supervivencia tengan menos opciones a ser atendidos en las Unidades de Cuidados Intensivos. Este puede ser el caso de los enfermos renales.

Es por ello que en este estudio pretende analizarse realmente cuáles han sido las secuelas de la COVID-19 en estos pacientes y su impacto en la supervivencia. No obstante, hay datos contradictorios de individuos clínicos que sugieren que la COVID-19 tienen una sintomatología limitada en pacientes en diálisis o con un trasplante de riñón.

Tal y como explicaba Ron Gansevoort, del departamento de comunicación del ERA-EDTA, “nuestra esperanza es ganar información sobre el paciente y las características del tratamiento que están relacionadas con el resultado y aprender sobre los factores de riesgo modificables, que ayudarían a mejorar el pronóstico”.

Información previa

Hasta el momento, la información existente del impacto de la COVID-19 en enfermos renales es limitada. Además, hay que tener en cuenta que existe variabilidad en los datos del impacto según el brote de cada país. Sobre todo, porque las cepas del virus proceden de rutas de transmisión diferente, tal y como concluyeron expertos de la Universitat de València y la Fundación Fisabio2.

Pese a ello, existen algunos informes que pueden resultar orientativos, si bien tampoco deben ser una guía de la práctica clínica. Uno de ellos es el realizado en uno de los centros de Hemodiálisis de Wuhan (China3), foco inicial de la pandemia. En el mismo, 42 de los 230, es decir, el 18,26% de los pacientes renales atendidos, fue diagnosticado con COVID-19. 10 de los mismos fallecieron, aunque solo dos de las muertes se asociaron con una neumonía o insuficiencia pulmonar. Pese a ello, la mayoría de los pacientes diagnosticados con COVID-19 presentaron síntomas leves o no respiratorios.

Por otra parte, a nivel europeo, también se han realizado conclusiones con datos relativos a la primera fase de la pandemia en la región de Lombardia4, una de las más afectadas. Una de ellas es que el riesgo de estos pacientes no solo depende de su propia patología, sino también de las características de su tratamiento. Y es que, en los centros de diálisis, varias personas son tratadas al mismo tiempo en un espacio limitado.

Así, concluían que, si bien los pacientes en diálisis tienen un sistema inmunitario menos eficiente y son más propensos a desarrollar enfermedades infecciosas graves que la población general, en el caso del SARS-CoV-2 no parece ser así. Según los pocos datos disponibles en la literatura que se refieren específicamente a pacientes en diálisis, estos sugieren que la reacción inflamatoria puede ser menos violenta y, como consecuencia, los pacientes en diálisis pueden tener signos clínicos leves, al menos en las primeras etapas de la enfermedad, con un mayor riesgo de difusión de la infección en la sala de diálisis

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