Fecha de publicación:
22 de julio de 2020
 

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Los pacientes con enfermedad renal crónica padecen a menudo de alteraciones del olfato como la disosmia (alteración o disminución del olfato), anosmia (total incapacidad para detectar olores)1o hiposmia (reducción en la capacidad para detectar olores) . Se trata de un problema importante cuando estas personas acaban por generar aversión a muchos alimentos, lo que puede derivar en una menor ingesta de los mismos y en los casos más graves en una desnutrición2. Según un reciente estudio de la Sociedad Americana de Nefrología3, la puntuación promedio de identificación de olores era menor en los pacientes con enfermedad renal crónica (75,6 por ciento) o con insuficiencia renal (66,8 por ciento) respecto a la población sana (83,6 por ciento).

Hasta el momento actual, las causas, consecuencias y tratamiento de estas alteraciones han sido poco abordadas. Pese a ello, sí se ha encontrado una correlación negativa significativa entre la percepción del olor y la concentración sérica de urea, fósforo sérico y la tasa catabólica de proteínas.

Sin embargo, la literatura científica actual4 sugiere que el trasplante renal puede corregir estos déficits olfativos.

Los receptores olfatorios del riñón

Los receptores olfatorios son receptores acoplados a proteínas G. Se encuentran localizados en los cilios de las neuronas sensoriales y exhiben gran sensibilidad para los diversos odorantes volátiles. Cabe tener en cuenta que existen receptores olfatorios que se encuentran localizados también en el riñón.

Estos tienen funciones relacionadas con el control de la presión arterial y excreción de glucosa. En concreto, estudios han encontrado que estos receptores pueden tener una función importante en la secreción de renina, regulación de la filtración glomerular y procesos de reabsorción tubular5.

Debido a que el epitelio renal está en contacto continuo con una diversidad de sustancias químicas, el riñón es un órgano ideal para tomar ventaja de las funciones sensoriales de estos receptores. Se ha demostrado la presencia de receptores olfatorios en el riñón, entre otros órganos extraolfatorios, pero se desconoce la localización en la nefrona de la gran mayoría de estos receptores.

Trasplante renal y déficits olfativos

Trabajos previos6 ya habían demostrado que después del trasplante renal, los pacientes tienen una percepción de olor normal, lo que indica la capacidad del sistema olfativo para recuperarse una vez que la concentración de toxinas urémicas permanece por debajo de un umbral crítico. Se cree que la explicación está en la alta plasticidad y capacidad de recuperación de la mucosa y neuronas olfatorias7.

Por otra parte, el efecto de la hemodiálisis en el olfato es contradictorio, ya que no todos los estudios han demostrado corrección del déficit con el tratamiento. Se sabe que la eliminación aguda de toxinas urémicas por diálisis no corrige los trastornos olfativos, lo que sugiere un efecto duradero de la uremia en la función olfativa.

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